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De México a Santa Bárbara: Un Viaje de Encuentros y Oportunidades

Mi historia no es, tal vez, como la de muchos mexicanos que deciden partir de su lugar natal para ir a buscar una mejor oportunidad. Sin embargo, el objetivo fue el mismo: encontrarme a mí misma.

Acababa de terminar la relación laboral en la empresa donde trabajaba, a la vez que un noviazgo de ocho meses. Me hallaba confundida y me sentía deprimida, por lo que la propuesta de mi hermano llegó como caída del cielo. Me invitaba a ir un tiempo a Estados Unidos con él, su esposa y su hija de tres años. Al principio dudé, pues estaba aplicando a varias entrevistas de trabajo y esperaba respuestas. Pero al no recibir la oferta que deseaba, compré mi boleto para la ciudad de Los Ángeles, donde me recibiría mi hermano para después irnos en automóvil a Santa Bárbara, la ciudad donde él residía.

Puerto de Santa Bárbara

Santa Bárbara: Riviera italo-americana

No pasó ni un mes cuando mi cuñada Clara, la esposa de mi hermano, consiguió que entrara de oyente al City College de Santa Bárbara. Yo tenía visa de turista y no era residente local, por lo que no podía tomar cursos como cualquier otro ciudadano americano. Aun así, Clara, quien hacía amigos con facilidad, recibía favores a cambio de su amabilidad y simpatía. Así que entré a algunas clases de ESL (English as a Second Language = Inglés como segunda lengua), donde conocí a estudiantes de todo el mundo, algunos que venían de intercambio por un par de meses; otros que se quedaban a estudiar una carrera para después volver a su país de origen.

Entre ellos había chinos, coreanos, españoles y hasta una oriunda de Kazajistán. Pero también estaban los latinos y, de esos, había muchos. Aunque yo era la única latina con visa de turista, pues todos los demás que estaban aprendiendo la lengua inglesa llevaban años viviendo ahí y habían llegado al país de diferentes maneras: algunos de mojados; otros que habían entrado legalmente, pero que perdían sus visas al no regresar a su país y comenzar a trabajar de lo que fuera ahí en el otro lado.

Conociendo experiencias de otros migrantes en Estados Unidos

Al poco tiempo, en una de las clases a las que entraba de oyente, solicitaron a los estudiantes escribir una historia, la que sea, sobre lo que más los apasionara. Estar en ese país tan diferente y, al mismo tiempo, con gente tan parecida a mí en sus orígenes, el idioma, las costumbres, me hacía querer hablar de ellos y conocer sus historias.

Así me llegué a enterar de cómo Carmen había llegado desde hacía 15 años con su esposo y sus dos hijos pequeños a buscar mejores oportunidades. Pero ninguno de los cuatro tenía la ciudadanía, por lo que vivían con miedo de la nueva ley que se había promulgado de regresar a los inmigrantes ilegales, dejando a los hijos pequeños sin sus progenitores. Andaban con temor, porque los hijos de Carmen, aunque hablaban un inglés perfecto y un español maltrecho, eran diferentes, no pertenecían a ese país. Así se los habían dicho y ellos se movían con la cola entre las patas, porque les decían que ese lugar donde llevaban casi toda su vida viviendo, no era suyo.

También estaba Octavio, un hombre de 36 años que llegó a Estados Unidos a la edad de doce años junto a sus hermanos, dejando a sus padres en México. Habían abierto un restaurante en Goleta, ciudad aledaña a Santa Bárbara y donde se encuentra la USB (University of Santa Barbara). Era famoso por su gastronomía mexicana y porque la hermana de Octavio se había encargado de darle cierto prestigio al lugar cuidando la calidad y el sabor de los alimentos. Como Carmen y Octavio más y más historias de paisanos valientes que se atrevieron a quedarse en un lugar nuevo y diferente por una mejor calidad de vida.

Vida como migrante en Santa Bárbara

Suena fascinante irse a Estados Unidos, quedarse unos meses y aprender inglés, pero no es fácil tampoco. Santa Bárbara es una ciudad hermosa, con playas hermosas y con unos paisajes paradisíacos que la convierten en uno de los destinos más atractivos para muchos estadounidenses en edad de jubilación. Sin embargo, a pesar del racismo que podría pensarse que hay en ciudades donde predominan los nativos, el ambiente y la empatía de muchos ante los que están de manera ilegal era sorprendente. Me llamaba la atención que muchos latinos eligieran esta ciudad —la cual no era de las más baratas para vivir—, para quedarse a buscar una mejor vida, pues no era como Los Ángeles, donde hay muchísimo trabajo, siendo que es una ciudad mucho más grande que Santa Bárbara (en 2020, Los Ángeles contaba con 3,983,540 habitantes; mientras que SB tenía 88,695).

Santa Bárbara como Goleta ofrecen una visión a futuro, ese que hace falta plantearse para vivir y sentirse bien.

Por ello, a pesar de sentirme feliz y haber encontrado la tranquilidad que necesitaba para recuperar la seguridad y la confianza que había perdido al inicio del viaje, decidí volver a México.

¿Por qué volví a México?

Dos razones: una, que mi visa estaba a punto de expirar y no quería formar parte de los cerca de 12 millones de indocumentados que viven en el país del norte y que no pueden volver al lugar donde nacieron, ver a sus seres queridos, ir a comer unas enchiladas verdes del mercado del barrio (no hay como comer los platillos favoritos y más con la sazón de la señito de la fonda, como esas ninguna) y dos, regresé con mi novio de México y nos íbamos a casar.

La posibilidad de quedarme en Estados Unidos era fuerte, pues a raíz de mi investigación a través de las entrevistas con paisanos radicados en el país del norte, el editor del periódico El Mexicano, ahora Latino, me había ofrecido quedarme a trabajar en Santa Bárbara, con visa de trabajo y sueldo fijo. La oferta era muy atractiva; sin embargo, mi decisión fue volver a mis orígenes, el país que me vio nacer y la familia que aún estaba ahí.

No me arrepiento, aunque a veces sí me surge la duda de qué hubiera pasado de haber tomado otra resolución. Estoy segura que la vida que uno tiene es esa y no otra, por alguna razón tomamos los caminos que tomamos y esos son los correctos. Pero quién sabe, aunque la vida es corta y las oportunidades contadas, el haber disfrutado de ese cielo azul y ese mar multicolor, convivido con tantas culturas y tantos idiomas en un mismo lugar, hicieron que regresaran mis ganas por tener nuevos sueños, esos que aún estoy cumpliendo.

Sin duda, mi experiencia en Santa Bárbara ha sido una de las mejores de mi existencia: los amigos conocidos, las historias contadas, los lugares vistos y los amaneceres más hermosos están en esa ciudad. Por ello, regresar está aún en mi lista de cosas que debo de hacer, con más preparación y convicción de que lo que uno quiere se puede lograr en cualquier parte.

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Imagen: OC González

Autores

  • Mariana S
    [Autor]

  • Joaquin Suárez

    Editor jefe en Vida en USA. Desde mi partida de España en 2010, he recorrido el mundo, absorbiendo culturas y aprendiendo en cada parada. Apasionado del blogging, busco conectar con lectores a través de historias que inspiran y educan sobre la vida en Estados Unidos.

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